LA SOBERBIA SIN LÍMITES

Es penoso observar el constante machacamiento desde los medios hegemónicos acerca de encontrar novedosas formas de plantear el ajuste y a la vez intentar generar una creciente despolitización en la sociedad, en aras de una supuesta “eficiencia” o “excelencia”, pura, objetiva e impoluta, como un santo grial o vellocino de oro a alcanzar, fuera de toda contaminación humana, y, por ende, política y social.

Esta terrible falacia, digna de esta era de la primacía de la postverdad, encaja en esta lógica de construcción de sentido, apelando a premisas falsas, solidarizándose ante lo evidente, pero orientando el pensamiento y la acción hacia donde “hay que orientarse”, sin preguntarse dos veces acerca de los porqués. O cuando se generan esas preguntas, se continúa con la cadena de postverdades. En fin, más de lo mismo, recubierto con una pátina del imperativo eficientista.

La primera y más grave de estas afirmaciones, es la de querer dejar establecido que la educación pública universitaria no es eficiente. Sin palabras. Ya que en vez de admitir que en nuestras instituciones se genera una tarea homérica en relación a las partidas recibidas, las cuales, sin dudas, para ser un país en serio, deberían ser fondeadas de manera proporcional a las de los países desarrollados, es decir, lisa y llanamente, incrementarlas. Se intenta generar e instalar una percepción contraria a nivel público, para disminuirlas en su valor simbólico y de capacidades operativas. Reducirlas a niveles testimoniales, meramente figurativas.

El modelo es el mismo. Romper y concentrar en menos unidades para conseguir una mayor participación del mercado de unos pocos, para menos gente, en pos de la “eficiencia”, fábricas, universidades, lo que sea, que en buen criollo se concibe como oligopolio. De desarrollo inclusivo, paso, bien gracias, ésa te la debo…